Redacción Juan Manuel Capera

En un mundo cada vez más digitalizado, donde proteger la información financiera y personal es clave, las contraseñas siguen siendo un eslabón débil en la cadena de seguridad de muchos usuarios. Aunque hoy es común activar métodos de autenticación biométrica como huellas digitales o reconocimiento facial, esto no basta si la clave de acceso es fácil de adivinar.

 

Combinaciones simples como “123456”, “112233” o “24680” siguen figurando entre las más utilizadas, y también entre las más vulnerables. Este tipo de contraseñas, por ser predecibles y ampliamente conocidas por los atacantes, se convierten en objetivos frecuentes de los ciberdelincuentes.

 

¿Por qué siguen siendo peligrosas estas combinaciones?


Los patrones numéricos repetitivos o secuenciales como “0000”, “1234” o “987654” facilitan el trabajo de quienes intentan ingresar sin autorización a una cuenta. Incluso si se cuenta con dispositivos avanzados, estas claves se pueden descifrar fácilmente mediante ataques de fuerza bruta o herramientas automatizadas.

 

Otra práctica común es usar datos personales como contraseñas. Números de teléfono, fechas de cumpleaños, direcciones o incluso partes del número de tarjeta bancaria son usados con frecuencia, lo que representa un riesgo adicional.

 

El peligro de la ingeniería social


Cuando una contraseña incluye información pública o fácilmente deducible, los atacantes pueden aprovecharla a través de técnicas de ingeniería social. Este método se basa en obtener acceso utilizando datos aparentemente inocentes, pero que permiten descifrar la clave sin necesidad de hackeo avanzado.

 

Según el portal educativo Saber más, ser más, los números asociados a fechas importantes o secuencias comunes siguen siendo una de las causas más frecuentes de filtración de cuentas personales y bancarias.

 

Recomendaciones para mejorar la seguridad


Para fortalecer la protección en línea, los expertos recomiendan adoptar prácticas que ayuden a crear contraseñas robustas. La primera medida es evitar patrones evidentes. También es crucial evitar datos personales como fechas de nacimiento o aniversarios.

 

Lo ideal es usar una combinación de letras mayúsculas, minúsculas, números y caracteres especiales. Además, se recomienda cambiar las contraseñas periódicamente y no repetirlas en diferentes plataformas.

 

¿Cómo construir una contraseña segura?


Una contraseña segura no tiene que ser complicada de recordar, pero sí debe ser difícil de adivinar. Una fórmula recomendada es usar frases cortas mezcladas con números y símbolos. Por ejemplo: “Sol&café2025” o “MiC0ntr4s3ña!”.

 

Evitar reutilizar la misma contraseña en diferentes servicios también es fundamental. Si un atacante accede a una, podría ingresar a varias plataformas usando la misma clave.

 

La educación digital como defensa


Crear conciencia sobre los riesgos de usar contraseñas débiles es parte del reto. Muchas veces, el problema no es la tecnología, sino el comportamiento del usuario. Por eso, desde instituciones educativas hasta plataformas bancarias, se promueve cada vez más la educación digital.

 

Estas campañas enseñan a las personas cómo proteger su información y actuar ante intentos de fraude o suplantación. Además, se fomenta el uso de gestores de contraseñas para guardar claves de manera segura.

 

Más allá de la contraseña: doble autenticación


Activar la verificación en dos pasos es otra barrera importante contra el acceso no autorizado. Con esta medida, aunque un atacante consiga la contraseña, necesitará un código adicional enviado al teléfono o correo del usuario, dificultando el ingreso.

 

El papel de las entidades financieras


Los bancos y entidades financieras también han reforzado sus sistemas de seguridad, pero insisten en que la primera línea de defensa sigue siendo el comportamiento del usuario. De poco sirve una plataforma segura si se usa “1234” como código para el cajero automático.

 

En definitiva, la seguridad digital empieza con decisiones cotidianas. Revisar las contraseñas, actualizarlas y mantener una actitud crítica frente a los riesgos en línea puede hacer la diferencia entre una cuenta segura y una comprometida.

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